domingo, 20 de enero de 2013

La primera carrera de automóviles disputada en el país

En el diario La Nación del sábado 16 de noviembre de 1901 en la sección "Notas Sociales" se anunciaba que un espectáculo programado en el Hipódromo Argentino en beneficio del Asilo Siglo XIX se va a realizar, si el tiempo lo permite.
Juan Cassoulet
Había sido programada para el jueves 7 de noviembre, se postergó primero para el sábado 9 y se efectuó finalmente el sábado 16.
La prueba principal, a persecución, entre el Rochester a vapor de Juan Cassoulet, oriundo de Azul, y Marcelo Torcuato de Alvear, con Locomobile, también vaporero, fue ganada por aquél a un promedio de 73 km/h, 2º resultó el señor Juan Abella, 3º el Dr. Marcelo T. de Alvear y 4º Egisto Gismondi. La carrera se disputó a las cuatro de la tarde sobre 1000 metros. Otros participantes de las competencias del día fueron los señores Salgado, Alcorta y Anchorena. El premio para Juan Cassoulet fue una cigarrera de plata junto a una fosforera adquirida en Casa Escasany. Actualmente se la exhibe en el Museo del Automóvil en Balcarce, como premio de la primera carrera de automóviles disputada en el país.

Premio ganado por Cassoulet

sábado, 19 de enero de 2013

Independiente - Boca Juniors de 1954

Siempre se dijo que este partido jugado el 15 de agosto de 1954 en cancha de Independiente fue el partido con mayor cantidad de entradas vendidas en la historia del fútbol argentino. Se vendieron esa tarde en Avellaneda 62.000 entradas. Se supone que en la cancha de Independiente hubo más de cien mil personas, ya que los socios del rojo no pagaban entrada.

El precursor del boxeo argentino

La imagen quedó para siempre asociada a los "años 20" como un hito más de la historia. Charleston, victrolas, faldas largas... Cuando Firpo sacó a Dempsey en el Polo Grounds... Viernes 14 de septiembre de 1923, hora 22.04: el violento derechazo de Luis Angel Firpo arroja del ring al campeón del mundo. Noventa mil espectadores presencian con el inaudible sonido del estupor admirado la caída del "Matador de Manassa" en su propia tierra. Aquí en, la Argentina, la radio a galena creaba la gran incertidumbre. Después ganó Dempsey. Pero todos nosotros lo hemos olvidado; para nosotros quedo vigente esta imagen, la única, la verdadera; aquélla había sido una lucha de pegadores, sin tregua, sin compasión...

La última apilada

Borocotó (El Gráfico, Nº1897, del 30 de diciembre de 1955)

Así, en la misma situación, luego de escribir el título de esta página y mi seudónimo, más de una vez pensé en que algún día escribiría mi última apilada. Y ha llegado ese momento. El motivo, dicho en términos oficiales, es el de que "me acojo a los beneficios jubilatorios". Si alguna vez tenía que ser, la verdad es que satisface que sea por dicha causa.
En el número del 18 de junio de 1932 apareció la primera Apilada. En el lapso de veintitrés años y pico fui volcando sobre esta página anécdotas, reflexiones y brochazos con olor a polvareda de baldío. No nació Apiladas como termina. En el andar surgió el recuadro que vestí de lila y blanco en homenaje al recuerdo del cuadrito inolvidable del barrio también inolvidable. Era el Sacachispas. Así fui recuadrando a su conjuro la vida futbolística de la infancia. Si lo hice bien o no, queda a criterio de los lectores. Solamente me cabe el derecho de expresar que de mi tarea periodística es lo que más estimé. En esos pincelazos puse lo mejor de mí, lo que llevo más adentro: el recuerdo de una infancia feliz, por lo pobre y por lo LIBRE. Alguna vez dije que a cambio de pobreza Tata Dios nos había otorgado la fortuna de la libertad.
De lila y blanco, color de glicinas, que el sentimental Lecherito dijo que tenían color de sueños, vestí picados callejeros y de baldíos. Mi cuadrito se llamó Sacachispas. A los años, con igual nombre y similares colores, surgió otro que lucha por canchas argentinas. Los hay también más lejos, dispersos por el mundo. Amigos lectores que se vieron identificados con los personajes y las andanzas de aquel cuadrito me han escrito muchas veces expresándome: "Me sucedió a mí" o "Nos sucedió a nosotros". He pensado, sin jactancia, que alguien tenía que cantarle al baldío y que Tata Dios me concedió ese privilegio que le agradezco con todo el alma.
Debo referirme a "El Gráfico". Sintéticamente le digo que le debo lo que soy, pero le he dado todo lo que tenía. Comencé a escribir en esta revista en 1926. Al comienzo del año siguiente fui incorporado al plantel de redactores. En algún lugar hay que pasar la vida. Y más de la mitad de la que llevo vivida transcurrió en esta cordial casa. Miro hacia atrás y me veo llegar con una valija llena de ilusiones, pero también con un propósito: no quedarme. Nunca había estado mucho en ningún trabajo. Tenía sed de horizontes. Tanto es así que ni guardé los ejemplares de los primeros cuatro años que trabajé en "El Gráfico". Me sentía de paso. Sin embargo, me quedé. Y ahora que el tiempo se fue yendo camino adelante como un pelotón de ciclistas que a uno lo planta, declaro que me satisface en lo más hondo el haber formado parte de esta fraternal familia que es la Editorial Atlántida, a cuyo padre, Don Constancio C. Vigil, lo perdimos hace poco más de un año. Pero su espíritu paternal la sigue animando, y quiera Dios que sea por siempre. Aquí nunca tuve patrones. Fue Don Constancio; son Aníbal y Carlos, sus hijos. Para conversar con ellos, para intercambiar opiniones, nunca tuve que pasar por el filtro de una hilera de secretarias, sino allegarme simplemente a sus oficinas, cuando no vinieron ellos a la mía. Por eso, y por lo que me habrán tolerado, me quedé. De lo contrario habría seguido andando, porque venía con un cargamento izquierdista acumulado en mis largos días de obrero, desde estibador de los barcos de carbón hasta los de chofer, y estaba prevenido contra toda presión capitalista. Precisamente para entrar de redactor en "El Gráfico" colgué mi libreta de chofer de casa particular. No la tiré. Podría hacerme falta... He trabajado. Puede ser que mucho, pero en un ambiente de tan cordial comprensión que si me devolvieran la adolescencia que tuve y me colocaran en un punto de partida, elegiría sin vacilaciones el "aterrizar" nuevamente en esta casa. 
Y pediría los mismos compañeros y directores. No se si ellos pensarán lo mismo. continuará...

Un recuerdo del maestro Borocotó

1902. Nace en Montevideo, Uruguay, Ricardo Lorenzo (Borocotó), periodista y autor de libros teatrales y cinematográficos.

El Mundial 2002 me dio el honor de hacer amistad con un maestro del periodismo al que había leído tantas veces en El Gráfico: Emilio Laferranderie, El Veco, un clásico de esa vertiente de la literatura que es el periodismo deportivo bien escrito. 

Una tarde, en el Centro Internacional de Prensa en Yokohama, Sergio Levinsky, Walter Hugo García, Fabián Rozo, Jorge Barraza, este columnista y otros colegas nos reunimos a su alrededor para hablar de fútbol y tango, dos especialidades de las que es maestro. 

Alguien le habló de Ricardo Lorenzo, el inolvidable “Borocotó” de tantas bellas notas y de las célebres “Apiladas”, columna llena de humanismo en la que se reflejaba su vena purísima de incomparable periodista.

“Borocotó murió el 19 de junio del 64.

En mi vida es un personaje inolvidable del que aprendí tantas cosas” nos dijo El Veco. Le recordé la crónica funeral que escribió en El Gráfico. Miró sin ver hacia un punto lejano, transido de nostalgias, y nos contó: “Constancio Vigil me llamó apenas murió el maestro y me dijo: un uruguayo tiene que despedir a Borocotó.

Haga usted la necrológica. El título fue “Una lágrima sobre El Gráfico”. No pudo seguir. Cuando bajó la mirada un río de lágrimas bañaba su rostro y una emoción infinita le estrujaba el alma.

Ricardo Lorenzo, el Borocotó genial al que conocí por las películas cuyos guiones él escribía. No sé cuántas veces lloré con los dramas de El Crack, Con los mismos colores y con la vida angustiosa de “El Comeuñas”, aquel personaje infantil que siguió viviendo luego en las “Apiladas”.

Hoy Borocotó es una postal embellecida por el tiempo, un tiempo en que el periodismo exigía darle un tono humano a la nota deportiva.
 
En Costumbrismo

En “Carnavalesca”, Fray Mocho desliza la crítica social, al afirmar que a la doméstica gallega, la patrona la explota. De la abusadora señora dice el personaje: “se aprovecha de que sos d’España para sacarte el jugo por unos cuantos centavos”. El retrato que hace del temible gallego hermano de la joven, es despectivo, ya que pone en boca de la doméstica este concepto: “Yo lo conozco a mi hermano y sé que a bruto y terco no le han de ganar muy fácil...” (1).

Félix Lima es el autor de “Otra vez en la milonga, trágico doblete”, artículo en el que incluye su “Carta pra alá” (2), la cual manifiesta una actitud negativa hacia los gallegos:

“ ‘Señora Guesusa Pérez de Jarcía y Jrejores.
‘Viju.
‘Querida prima:
‘Por aquí con a jerra, nos ponemus jordus, pues o que no suben os mayoristas, os subimus nosotros, por más que el jobiernu aprieta el torniquete a los especuladores y el hornu no está para janancias desmesuradas, pero tú sabés que aquí como en Lojroñu, en Londón como en Juacintón, en Hamburju comu en Ríu de Ganeiro, echa a ley, echa a trampa.
‘Te comunico una noticia que te llenará de gubilu: primu Jabriel ya sentó plaza de rentadu en el ayuntamiento, pues el concegale Iñiju, pariente leganu de tíu Jaspare, le consijió esa canonjía, 160 pesiñus mensuales, con gubilación y otros previleguius, con a única condición de votar siempre por los amijotes del susodichu Iñiju.
‘Primo Jabriel Sánchez Jerra ya maneja el escobillón edilicio con jarbu y empuga a carretilla con donaire, y en cuantu al uniforme, llévalo con elejancia que se la envidiaría Eduardu de Juinsur, ese tipo yoni que para mí tein guente en a azotea.
‘Deseamus que a jerra sea larja para convertir nuestra actual despensiña en almacén por mayore, con siete camiones de repartu.
‘Cariñus pra ti y para todos de tu prima que gamás te olvida-
Benita Fuentes de Sanjrador”

Un galleguito aparece en un texto costumbrista (3) de Ricardo Lorenzo (Borocotó), sosteniendo este diálogo:
“-Uno debe cantar bajo y otro alto –aconsejó El Galleguito”.
“-¿Alto como las montañas de tu aldea? -¿Te juego a quién las tiene más altas?... El día que vengas a mi provincia te vas a agarrar un empacho de montañas... –interrumpió Rompehuesos, que jamás transaba en que hubiera montañas más altas que las de sus pagos. Hasta decía que las de la geografía estaban mal medidas”.

Notas
1 Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos Aires, Huemul, 1966.
2 Lima, Félix: “Otra vez en la milonga, trágico doblete”, en Caras y Caretas, Año XLII, N° 2137, Buenos Aires, 23 de septiembre de 1939.
3 Lorenzo, Ricardo (Borocotó): “El Diario de Comeuñas”, en R. Arlt, R. Gache, Borocotó y otros: El costumbrismo (1910-1955). Buenos Aires, CEAL, 1980. Pág. 37. (Capítulo, vol. 68).

Fuente:http://www.nacionalypopular.com/index.php?option=com_content&task=view&id=2423

viernes, 18 de enero de 2013

2 de octubre de 1924

El argentino Cesáreo Onzari en la cancha de Sportivo Barracas, de corner, marca un gol a los uruguayos. Era el partido homenaje a la Selección de Uruguay, flamante campeona en los Juegos Olímpicos de París, es por esto que desde entonces y para siempre se lo llamó gol olímpico.
Archivo: Gololimpicodeonzari.jpg