sábado, 29 de junio de 2013

Juan Carlos Zabala, el "Ñandú Criollo"

El domingo 7 de agosto de 1932 Juan Carlos Zabala ganó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles la primera medalla de oro de la historia del atletismo argentino. Con sólo 19 años, el Ñandú Criollo, registró un récord olímpico de 2h 31m 36s.
Juan Carlos Zabala quedó huérfano desde muy pequeño, criándose en el Reformatorio de Marcos Paz. Allí aprendió a correr largas distancias, enseñado por Alejandro Stirling. En 1939 se hizo una película sobre este momento de su vida, Y mañana serán hombres de Carlos Borcosque.
Zabala corre su 1ª maratón en 1931. Sus mejores prestaciones las desarrolla en Los Ángeles en los Juegos Olímpicos, en la jornada del 7 de agosto de 1932 disputando la maratón y a 4 km del final, se escapó para terminar en solitario aventajando en 20 s a Samuel Ferris de Gran Bretaña, consiguiendo el oro olímpico y haciendo ondear la bandera Argentina en lo más alto del mástil mayor del estadio.
Hasta ese momento las maratones habían sido ganadas por europeos de aproximadamente tres décadas de vida, que marcaban como error partir en primer lugar. Zabala rompió con esas realidades en 2h 31' 36”. Con 20 años y arrancando por delante de sus rivales, obtuvo el oro.
A pesar de estar los siguientes dos días sin apoyar los pies y postrado en una cama durante 24 horas, Zabala tuvo tiempo de festejar el triunfo en Hollywood. El atleta estadounidense, Jesse Owens, lo invitó a la ciudad del cine americano y le presentó a la famosa actriz Ginger Rogers. Aunque su corazón estaba guardado para alguien más. 
Elsa B. de Zabala fue quien conquistó el amor del maratonista. Vecina de Buenos Aires, pero nacida en Dinamarca, se ofreció para ser la traductora del rosarino en una competencia en su país de origen. París es la ciudad del amor, pero fue Copenhague, capital fría del norte de la Península de Jutlandia, donde el calor entre ambos derivó en un casamiento años más tarde. 
El 24 de enero de 1984, “El Ñandú Criollo”, como lo apodó el diario Crítica, dejó de correr para siempre y sus pasos quedaron marcados en la eternidad del atletismo argentino.

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